Lope de Vega, Calderón de la Barca, Quevedo y Góngora no vivieron la expulsión de los judíos de 1492, pero sí asistieron a los numerosos autos de fe que la Inquisición organizaba para ajusticiar a los marranos: conversos e hijos de conversos que seguían practicando el judaísmo en secreto. Los autos de fe suponían un auténtico espectáculo público al que se asistía en masa; en este, como en cualquier obra teatral, era fundamental el vestuario, la escenografía y la distribución escénica de los participantes. Todo este macabro universo tomaba elementos del teatro de la época, especialmente de los autos sacramentales, tan fastuosos y populares.
Mira de Amescua, contemporáneo a Quevedo y Calderón, escribió un auto sacramental titulado La Inquisición, que ha servido de inspiración a Marrano, un cuento de la Inquisición una obra inspirada en dos hechos históricos (el asesinato del sumo inquisidor de la Corona de Aragón, Pedro de Arbués; y la expulsión de los judíos a finales del siglo XV) que cuenta la historia de Uriel, un judío nacido en la Sevilla de 1470 cuya vida da un vuelco cuando la Inquisición llega a la ciudad.